ASOMBRO SOMETIDO


Cuántas veces pensé que ya había llegado, que nada más me quedaba por dar, nada diferente por sentir. Tantas que lo hice, tantas temblé.
Significaba bajar.
Evidenciaba nostalgia.
Vista atrás.
Añoranza.
Lo dejado y lo vivido.
Cuántas veces temí haber perdido la intensidad.
Demasiadas veces le di la victoria a la rutina. En su mano el trofeo de la coherencia, la medalla del sentido, el ramo del equilibrio. En mí, la corona espinosa que me decía que no alcancé, que no lo había conseguido, que mi sumisión era tan onírica como cuando a solas le veo, le obedezco o me invento penitencia.

Nadie me miente con más seriedad que yo. Cada segundo una mentira tan convencida de ser verdad que sólo me vale enmudecer para apreciarme real. Eso fue lo que pasó. Un derrumbe estruendoso que me lleno de silencio y de repente me descubrí. Usted sabe con que asombro me miro cuando me veo. Después corro a enseñarle mi imagen, pero después. Primero me recompongo en sus rodillas, entre sus brazos. Cuando tengo la calma se lo cuento, bajito para esconder vergüenzas. En vano espero su asombro. No llega porque ya lo sabía, porque no consigo mentirle en mi verdad.

Eso pasó, me descubrí el grado de sumisión más alto, el más indestructible, el que contesta todas las preguntas. Soy tan suya como lo son mis sentimientos. Le pertenezco como consecuencia soy de cada una de sus palabras, de sus movimientos, de cada segundo de su existencia. Todo nace de ahí: mis actos, mis desplantes, mis rabietas, mis exigencias, mi egoismo, mis dudas, esa forma tan elemental de rebeldía... ahora lo entiendo, no es más que la manera de hacerme voz...

Bueno, menos mal que mi boca ya se lo explicó porque mis dedos de nuevo crearon jeroglíficos.

0 Comments:

Post a Comment



Entrada más reciente Entrada antigua Inicio