Hace ya más de dos años que traspasé el espejo. Lo hice como quien se precipita al vacío de un resbalón, sin esperarlo.
Aún incrédula, oí a uno de ellos dirigiéndose a mí, animándome a bajar. Con pocas palabras me convenció y me lancé sin equilibrio, ansiosa de respirar el nuevo aire. Sin apenas adaptación noté como se llenaban mis pulmones y solté de golpe toda la fantasía acumulada durante tantos años. Qué gozoso volverse del revés, mostrar las costuras, no esconder los rotos ni tapar descosidos.
Iniciada, decidida a no volver a subir, tocaba explorar. De nuevo mi ensimismamiento quedo interrumpido, pero esta vez no fue sólo una voz, esta vez noté que me cogían la mano y a ilusiones y sueños me construían un camino. Comenzamos a andarlo, mil veces tropecé con mis teorías, con sus teorías; alguna vez pensé soltarme porque quería ir más deprisa y usted se quedaba atrás entretenido con otras cosas; otras le apretaba más fuerte porque quería caminar las 24 horas, deseaba ser reflejo a tiempo completo. Pasamos buenos ratos construyendo los planos. Soñamos una casa y nos quedó un palacio. Ahora ya no hay vuelta, ni tierra que explorar, ahora sólo pasear y seguir decidiendo el color, continuar discutiendo el estilo de nuestro andar aunque haya que pararse cada dos pasos a firmar desavenencias con la tinta de unos merecidos azotes.

Entradas más recientes Entradas antiguas Inicio