Se acaba el año, quedan dos días y ya estoy deseándolo. Para mí no ha sido un buen año. Demasiadas cosas empezaron a funcionar mal y todas a la vez. Otras perdieron la intesidad con que las había vestido y algunas batallas me cansé de lucharlas. Si caigo en el tópico de hacer balance llego a la conclusión de que el 2008 ha sido un año de vuelta. Lo empecé como toda spankee soñaría, me ahorro los detalles pero le cambié el significado a las uvas y le añadí sonidos a las campanadas, todo un augurio de feliz camino. Tal vez la euforia fue la culpable de mi frenada, quizá no hay cuerpo que aguante un sueño tanto tiempo porque eso si que lo tengo claro, pisé muchas veces la cima, tantas que me empaché de ambición.
Ahora está acabando y hay algo que me dice que el 2009 me trae un manjar nuevo, las mismas cuatro manos cocinándolo pero más elaborado, para saborear despacito, deseando que no llegue el postre.
Creo que estoy preparada para ver más allá de mis necesidades, para pisotear desencuentros que me distraían, para elegir prioridades, para hacer balance de la economía de mis sentimientos, para reconocer riquezas que no veía y para entender que doce azotes no son más que un granito de arena en una montaña de muchos más colores... Al fin y al cabo tiempo es victoria en mis deseos y en el nuevo año seguimos teniendo reservada mesa para dos.
Te espero 2009, donde siempre, en sus rodillas o en sus brazos, en mi casa, en él.
A veces pasa, a veces una imagen me pinta una palabra. De vez en cuando ocurre, me dejo arrastrar por el orden de una frase. Así empieza todo, así dibujo mis fantasías. Azote, castigo, placer. Una palabra, una ventana.