Retomo la voz después de algunos días de pereza expresiva. No porque tenga nada o mucho que contar, no porque necesite desliar el ovillo interior de mis sentidos, no, es simplemente porque hoy vuelve.

Cuando se planta un sueño en la maceta de la realidad se va regando con la cantidad de agua que
se cree necesaria y de vez en cuando, en la paz de la reflexión una se sienta a mirarlo. A mí la reflexión siempre me huele a guerra, debe ser por esa absurda manía de querer entender lo que percibo con ese sexto sentido que me supongo en vez de hacer caso a las pruebas que me dicta la razón. El caso es que miro mi planta, la sueño crecer, la busco perfecta, la siento distinta y la vuelvo a mirar y entre tanta fijación ya no distingo el fruto y la flor de la raíz y la tierra.

Ya no sé que es realidad, ya no adivino cual era el sueño. Lo único que descubro es que cuando se encuentra a mi lado todo está bien, incluso lo que está mal. Cuando está cerca las tormentas duran poco.

La imaginación no cabe, o si cabe pero parada en el semáforo de la rutina. Reconozco que la luz roja me impacienta mucho y maldiciendo la pausa deseo correr. Hasta que de nuevo se pone verde, mi fantasía acelera y curiosamente sorprendo al deseo soñando con que en pocos metros otro semáforo me pare y me deje mucho tiempo para admirar mi pequeño jardín.

Hoy vuelve, hoy le espero, hoy todo está bien.

SIMPLEZA AÑORADA


Creé este blog cuando empecé a callarle las palabras. Lo hice para usted, para que lo leyera y entendiera todo aquello que no era capaz de hacer inteligible con mi voz. Ahora mientras lo escribo me doy cuenta de lo dificil que me resulta hacer comprensible cualquiera de mis pensamientos.

Me pasa igual con la vida, tan clara en mi cabeza y me sale en sombras.


Quisiera poder expresarme de forma simple, por ejemplo contar que mientras estoy sentada la postura me obliga a recordar que ayer acabé en sus rodillas pagando negativas. Explicar que pedirle el castigo me lleno de una verguenza tan real que las palabras no querían salir. Decirle que suplicar que me restara azotes fue la sinceridad de mi castigo. Confesarle que esa disciplina es mi sosiego, que me recoloca los valores. Contarle que mientras estoy en el rincón la pared me devuelve el sentido de mi necesidad de usted.


Recuerdo la primera vez que el rincón me llamó en su nombre, aún era juego o eso creía hasta que pasé mis primeros minutos en él. Usted no me veía pero yo le notaba, me quedé más quieta que nunca. Luego tuve que describir mis sensaciones, tan distintas a las de ahora. Como aquella primera sesión donde todo estaba escrito y limitado, donde mi voluntad aun me pertenecía. Todo ha cambiado tanto ¿se acuerda de la palabra de seguridad? ¿se acuerda de los colores del semáforo? cuando me lo explicó me pareció de lo más oportuno pero enseguida quise desecharlo, recuerdo que le pedí que no me preguntara porque me robaba esa sensación real de castigo. Sin saberlo ya había nacido en mí ese deseo de sometimiento, sin ser consciente, en mi interior ya le había coronado mi Señor.


Hace tanto tiempo de eso que es imposible escapar de este sueño, ya es casa... y ya me fui de lo que quería contar. No hay caso, no lo consigo, soy mar revuelta... tal vez otro día.



Siempre va a ser así, hoy lo sé. Creo que lo he sabido siempre pero también me lo he negado siempre.

Ultimamente en mi vocabulario se han colado palabras excesivamente transcendentales como siempre(nunca) y todo; con ellas han entrado conceptos igualmente graves como verdad y mentira o lo que es lo mismo realidad y realidad. Hoy lo sé... Nunca podré escapar de ella porque es la más fuerte de todos. No importa las veces que la espante, siempre vuelve (nunca dejará de perseguirme).

Si la expulso me culpo, si la dejo invadirme me llena de una autocompasión que arrasa mis pilares. Desde la culpabilidad cuento mi riqueza pidiéndole perdón por creerme pobre, desde la lástima calculo mi pobreza avergonzándome de creerme rica. Al final no importa donde me halle, quieta me quedo esperando el cuento. Hasta ahora me salvó siempre (nunca fue enemigo) porque también se llama realidad y es escudo invencible como cualquier verdad.

Queda saber por qué. Alguien tiene esa respuesta y ya sé que no es el compromiso, ni la lógica de vida, ni el afecto, ni la rutina, ni el juego, ni la entrega, ni el sueño de sumisión... creo que se encuentra en las manos del deseo y las del suyo son demasiado grandes para una sola niña. Al menos para esta niña sola que se viste de quebrantos cuando no es fin único de sus palabras de Señor.

Siempre va a ser así, lo sabía ayer y lo sabré mañana... Me falta saber donde callarme.
Aunque el silencio irremediablemente nos mate al menos la fábula nos durará una eterna realidad.

SIN RINCONES


La entrega es plenitud. Pensamiento y meta, tal vez utopía. Pero también es vacío cuando tomo conciencia. Si la busco, si la sueño, si después miro dentro encuentro un desierto de defensas. Nada queda para esconderse, ni un rincón que me proteja del miedo. Ese poderoso miedo que me invade al descubrir que he dado todo lo que soy, que no hay nada más. Nada que pueda sorprender, nada que pueda ilusionar, nada nuevo porque no me guardé nada.

Soy lo que le he dado y si no sirve, no tengo a que agarrarme. Ese es mi miedo, saber que no puedo subir más y no alcanzar, quedarme pequeña. Me falta un palmo y no sé inventarlo.
En ese espacio viven mis lágrimas.


Para mí es un misterio una puerta que no consigo abrir es una curiosidad y una batalla es la pieza que le falta a mi conciencia su silencio es mi error si no es mi acierto es luz o oscuridad cuando le invento a veces de conocido es presupuesto y a ratos de insondable es por supuesto es lluvia tanta incógnita que me faltan paraguas es empaparme jugueteando en los charcos de las dudas es abandonarme en riadas que me llevan de nuevo hasta la orilla es destruir a pisotones el castillo es invocar la marea para que llene el foso y es poder navegarlo es voluntad por los rincones que de oscuros al tacto los recorro es canción si me nombra con sus ojos o baile si sus manos me perfilan es risa y llanto condena de su juicio y es espera continua de sus pasos es por qué y para que cada palabra y susurro de anhelo cada mano cerradura el deseo y cadena el sentido de sus besos es adentro un azote y es un juego jugar a no ser juego es lema colgado de mi cuello el por siempre que nunca hemos contado y es día que ha pasado y minuto que llega segundo que me avisa que es mañana es todo y es consciencia de saberlo es todo la palabra que repito... al fin y al cabo es y ser no es duda.

LAGRIMAS DE ENTREGA


El lunes me tope con mi castigo. Era un castigo esperado, advertido, un castigo que hablaba de mi incapacidad para autoguiarme por el estrecho camino de las normas. Había motivos concretos y puntuales que escaparon de mis sensaciones, como escapó la cuenta de cada azote. Todo era libre y en esa inesperada improvisación sentí la vuelta al camino. Sentí que era castigada por esa desidia que frustra mis deseos de disciplina y sometimiento. Reconfortante visto en la distancia de los días porque recompone mi mundo, devolviéndome la sensación de seguridad que me da ir de su mano.

De nuevo acabé con la sorpresa del llanto. Sorpresa y llanto en mi persona suena a contradicción; mis lágrimas son tan comunes que se torna erróneo no esperarlas en cualquier momento. Pero estas, las que nacen en el castigo, tienen una diferencia: no conozco su origen. A lo largo de mi vida me he aprendido en distintas emociones, casi todas acaban en sollozos. Soy capaz de decir que siento: emoción, rabia, tristeza, dolor interior e incluso sólo ganas de llorar, no importa, son caras conocidas que distingo enseguida, se de donde vienen y como van a acabar. Nunca es así en mis castigos, no percibo ninguna de esas sensaciones y sin embargo !es un llanto tan auténtico! descarto que sea físico, aunque tal vez es otra de las reacciones incontroladas de mi cuerpo que dan sentido a mi esencia.

El resultado de todo esto es un desbordamiento personal que me equilibra y me reencuentra con mi yo verdadero. Significa sosiego, verdad y utópica realidad. Es conciencia de lo que soy y de lo que quiero ser siempre. Después me pierdo en su abrazo y conozco de verdad el significado de la protección, al día siguiente lo vuelvo a buscar y vuelve a funcionar. Esa es mi casa. Usted me pregunta si estoy bien. Sale un escueto sí porque desconozco las palabras que explican la dicha. Cierro los ojos y los abro al segundo para mirar los suyos. Están cerrados y sueño con que su silencio provenga de la misma muda satisfacción. Ojalá.

EQUIPAJE


A veces estorban los sentimientos. Es difícil llegar a está conclusión cuando se tiene la seguridad de que nuestra relación nace de ellos. Es como caminar con una mochila a la espalda. Como el camino es largo, a la vez que lo disfruto también me agota y entonces sólo noto el peso que transporto y lo culpo de lo que me ralentiza. Cada pocos pasos me la acomodo porque ando notando las rozaduras. De vez en cuando, resoplando, me paro. Bruscamente libero mis hombros y con malos modos lanzo la mochila lejos sintiendo un gran alivio.

Mientras descanso ando pensando que es demasiado equipaje, que debería vaciarme de tanto sentimiento. Esto dura lo que tardo en coger resuello porque el recuento me demuestra que nada me sobra. Lo más que puedo hacer es recolocarlos, distribuirlos haciéndolos más livianos. Al fin y al cabo son mi equipaje y ¿quién es capaz de renunciar a lo único que tiene?

Yo de nuevo me he negado, es más, los he ordenado tan bien que sobra espacio para guardar los suyos por si algún día le pesan demasiado.

Aunque pensándolo bien, hace rato que me lleva la mochila.

Vaya, no sirve lo escrito. A no ser que lo que pase es que cargue conmigo enmochilada... Espero no sobrevalorar sus fuerzas.

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